miércoles, 16 de diciembre de 2009

ANIVERSARIO DEL BLOG

El pasado 8 de diciembre nuestro blog cumplió un añito. Yo no sé como les va a los demás blog's o páginas web de otras tropas y legiones, pero con casi 3800 entradas a día de hoy, podemos asegurar que es de los más visitados seguro.
Desde aquí os pido nuevamente vuestra colaboración, mandarme lo que se os ocurra, fotos, vídeos, reportajes, noticias, avisos, lo que que queráis, ya que como una extensión de la tropa que es, también lo hacemos todos, nos pertenece a todos y todos podemos usarlo. Y no perdáis la ocasión de darlo a conocer a vuestras amistades, compañeros o familiares. También aprovechamos Elia, May y yo, Jaime, para felicitar a toda la tropa esta navidad, que la disfrutéis con vuestros seres queridos en buena compañía.
Un abrazo a todo el mundo y......¡¡A MI LA GUARDIAA!!

viernes, 11 de diciembre de 2009

AMILCAR BARCA


Amílcar Barca
General cartaginés, primero del poderoso clan de los Bárcidas, que dominó la política cartaginesa durante la segunda mitad del siglo iii a. C. (?, h. 290 - Heliké [Elche ?], Alicante, 229 a. C.). En el 247 fue nombrado comandante en jefe del ejército cartaginés que luchaba contra Roma en la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.).
Desde sus bases en Sicilia, Córcega y Cerdeña, lanzó continuos ataques de saqueo contra las costas italianas, hasta que, derrotado en la batalla naval de las islas Egatas (241), perdió la isla de Sicilia y se retiró a África. Allí hubo de hacer frente a la rebelión de sus mercenarios, sublevados al saber que no había recursos para pagarles; esta «Guerra de los Mercenarios» (241-238) le supuso la pérdida de Cerdeña.
Mientras tanto, la debilidad de Cartago fue aprovechada por los pueblos anteriormente sometidos (libios, ibéricos) para intentar recuperar su libertad. En el 237 Amílcar fue puesto de nuevo al frente del ejército, con el que se resarció de todas las pérdidas recuperando territorios en la península Ibérica y avanzando desde allí contra Roma; dicho plan, trazado por el Senado cartaginés, contaba con las abundantes riquezas de la Península como base de la contraofensiva.
Acompañado de su hijo Aníbal y de su yerno Asdrúbal, Amílcar desembarcó en Cádiz (única ciudad peninsular que se había mantenido en poder de los cartagineses); dominó el valle del Guadalquivir, combatiendo a tartesios, íberos y celtas; pasó a la conquista de Levante, rebasando la zona de influencia reconocida por los romanos; fundó Akra Leuke (la actual Benacantil, en Alicante); y murió en combate contra los oretanos durante el asedio de Heliké. Asdrúbal (hasta el 221 a. C.) y Aníbal (del 221 al 183) continuaron su obra.

jueves, 3 de diciembre de 2009

11.EL SITIO DE SIRACUSA

Marcelo intento obtener algún resultado francamente positivo. En 214 antes de Cristo, por orden del Senado, se dirigió a Sicilia para reconquistar Siracusa y adueñarse por completo de la rica isla, puente entre Europa y Africa, iniciativa que convirtió de nuevo a Sicilia en el teatro más importante de operaciones.La ciudad opuso una tenaz resistencia gracias a las maquinas de guerra que había construido Arquímedes. A Siracusa, que desafiara en otros tiempos a la orgullosa marina de los atenienses y rechazara en muchas ocasiones a las fuerzas cartaginesas, tampoco esta vez fue posible tomarla por asalto. Después de un sitio de ocho meses, Marcelo tuvo que limitarse a bloquearla. Según la tradición, Arquímedes incendiaba desde tierra firme los navíos romanos surtos enfrente, reflejando los rayos solares en grandes espejos cóncavos.
Sólo al cabo de tres años, y con ayuda de traidores, pudo Marcelo apoderarse de Siracusa. En castigo por su terquedad, dejóla a merced de los soldados; y en el saqueo perecieron muchas personas, Arquímedes entre ellas. Se dice que un soldado romano que penetró en el jardín del sabio, lo encontró sumido en el estudio de unas figuras geométricas trazadas en la arena. Tan absorto esta Arquímedes en sus estudios, que ni siquiera advertía lo que pasaba en
torno suyo. "Ni pises las figuras", dijo al legionario, y éste, que ignoraba quién era, lo atravesó con su espada.Así perecieron uno de los más grandes genios de la humanidad y una de las más altivas ciudades helenas. Nunca más volvería Siracusa a recobrar su pasada grandeza.
"Hannibal ad postas!!Cuando la caída de Siracusa era inminente, los romanos llevaron a cabo otra gran operación: la conquista de Capua. Aníbal, que acudió en socorro de la ciudad, nada pudo contra las fuertes trincheras de los asediantes. Entonces ideo un medio para que los romanos las abandonaran.un ida dejo de combatir ante Capua y se dirigió contra Roma. Creyó que sin duda, las tropas romanas le seguirían, pues era de esperar que preferirían salvar su
capital. Roma quedo sobrecogida cuando supo la llegada del cartaginés. "No solo se oía gemir a las mujeres en sus casas, sino que también surgían matronas de todas partes para acudir a los templos", describe Tito Livio. Los romanos no olvidaron jamas aquellas horas de zozobra. las generaciones posteriores temblaban aun al recordar el ida en que por todas partes se oyó aquel terrible grito: Hannibal ad portas! (Aníbal, a las puertas de la ciudad).En realidad, el peligro no era tan grande como creían los romanos. Aníbal no tenia la menor intención de atacar a Roma, demasiado bien protegida por sus murallas. Su único objetivo era atraer a las tropas de Capua fuera de sus posiciones. Pero su astucia no le valió. Las legiones no se dejaron engañar: el sitio de Capua continuo; solo se envío un pequeño destacamento hacia Roma. La suerte de Capua estaba echada. Al ver que Aníbal se retiraba y los romanos mantenían el cerco, la población desespero. Veintiocho miembros del consejo se reunieron para celebrar un festín y después bebieron una copa de veneno; los demás se rindieron sin condiciones.
Capua pago muy cara la defección. El jefe romano reunió en la plaza publica a cincuenta notables, los hizo azotar y después decapitar; los demás fueron encarcelados. En cuanto a la población, en su mayor parte fue sometida a
esclavitud. Corría el año 211. los romanos se comportaron así con Capua, no solo por su traición a la causa de Roma y por haber matado a los romanos allí residentes, sino también para acabar con la rivalidad que, desde tiempo atrás, existía entre las dos mayores ciudades de Italia.Con la reconquista de Siracusa y Capua, los romanos arrebataron a Aníbal todo lo ganado en la batalla de Cannas. La caída de Capua cambio el curso de la guerra, aunque más tarde, en cierto momentos, pareciese que los romanos la habían perdido. La suerte trágica de Capua no solo significaba para Aníbal la perdida de la Compañia, sino ,lo que fue mas grave, la de su prestigio ante sus aliados itálicos. Uno tras otro, reintegraronse a la protección romana.Al fin, Aníbal dominó solo la extremidad sudoeste de la península digamos, la punta de la bota.

martes, 10 de noviembre de 2009

10- LA BATALLA DE CANNAS

Los romanos esperaron a Aníbal en la llanura de Cannas con el ejército más poderoso que jamás había visto Italia: dos ejércitos proconsulares, de dos legiones cada uno, se unieron a otras cuatro legiones en Apulia formando un enorme ejército de ocho legiones, con ocho unidades aliadas italianas, lo que hacía un total de 80.000 infantes frente a los que Aníbal opuso 40.000. Pero frente a los 6.400 jinetes romanos Aníbal enfrentó a sus 11.000. Y sería precisamente la caballería la que resolvería la batalla, ya que Aníbal, consciente de la abrumadora superioridad numérica romana, dispuso que el peso del combate recayera sobre la caballería. El terreno de batalla había sido cuidadosamente escogido por los romanos que no querían sorpresas. Por ello escogieron la llanura que va desde el río Aufidio hasta la ciudadela de Cannas, que estaba en ruinas y deshabitada. Así, protegidos sus flancos por el río y el monte, los romanos creyeron estar a salvo de las peligrosas maniobras envolventes del púnico.
En la mañana de 2 de agosto de 216 a.C. Los romanos formaron una gigantesca línea de batalla con sus ocho legiones. En lugar de formar las ocho romanas y las ocho aliadas para formar un frente gigantesco que no cabría en toda la región (¡imagina a 16 legiones en línea), prefirieron superponerlas para conseguir una línea de ocho legiones pero con una profundidad doble, de manera que pudieran combatir incluso un día entero si hacía falta. Las legiones estaban flanqueadas por la caballería romana a la izquierda y la aliada a la derecha. Aníbal formó su línea con la infantería gala y española en el centro alternando las unidades para formar una media luna dirigida hacia los romanos y con los falangistas africanos en dos columnas tras las puntas de la media luna. La caballería númida la dispuso en su flanco derecho y la gala y española en el izquierdo bajo el mando de Asdrúbal.
El encuentro comenzó con el ataque de las tropas ligeras situadas por delante de ambas formaciones. Celtas, españoles y africanos gritaron sus consignas de guerra mientras los romanos golpeaban su pila contra sus escudos. La mayor batalla de toda la Antigüedad estaba a punto de comenzar. La caballería númida se lanzó sobre la aliada a la que derrotó aplastantemente mientras la caballería gala y española al mando de Asdrúbal conseguía hacer retroceder a su contraparte romana. Las legiones, rabiosas, cargaron contra la media luna cartaginesa. Su empuje fue tal que la media luna fue comprimida hacia atrás como un puesto de helados retrocedería ante la embestida de un elefante. En ese momento los romanos pensaron que habían conseguido vencer al maldito púnico, pero el hijo de Amílcar había reservado a sus enemigos una buena sorpresa.
El empuje de la embestida romana era tal que la media luna se fue plegando sobre sí misma, pasando de ser convexa a cóncava, y las legiones entraron en ella llevadas del impulso de su embestida mientras los infantes españoles y celtas retrocedían. Pero ocurrió lo que los romanos no habían previsto: las legiones se atascaron dentro de la media luna ya que el espacio era cada vez más pequeño. Miles de hombres de las líneas en contacto con los españoles y celtas se vieron empujados por los que venían detrás y que no podían participar en el combate. Comprimidos cada vez más romanos en un espacio cada vez más pequeño, los legionarios y los aliados italianos quedaron atrapados, encapsulados en la genial trampa de Aníbal sin apenas espacio para moverse, pegados unos a otros mientras los españoles y celtas les masacraban. En ese momento, las dos columnas de falangistas que permanecían inmóviles en los flancos, y que habían sido imprudentemente rebasadas por los romanos en su alegre embestida, se volvieron contra los flancos romanos atacándolos.
Los romanos no podían ni alzar sus escudos para protegerse del ataque, los legionarios que caían al suelo eran pisoteados por sus propios compañeros sin que pudieran hacer nada. Fue entonces cuando la caballería celta y española, abandonando la persecución de la caballería romana, regresó al galope para atacar a los romanos por detrás.
Había terminado la batalla. Ahora comenzaba la masacre.
Las legiones se vieron encerradas, agolpadas unas contra otras. Los romanos estaban tan apretados que no podían ni mover sus brazos. Los españoles causaron la más terrible matanza gracias a sus formidables espadas cortas, el gladius hispaniensis, que causó tal impresión en los romanos que éstos se apresuraron a adoptar tan mortífera arma para sus legionarios tras la guerra. Los legionarios murieron en sus puestos, impresionando a sus ejecutores por su disciplina y desprecio de la muerte. Masacrados como terneros en el matadero sin posibilidad de defenderse.
Las pérdidas romanas fueron espantosas: 50.000 muertos, 10.000 prisioneros. Las púnicas de 8.000 muertos. Aníbal había conseguido la más brillante victoria registrada hasta entonces. Roma había cosechado la derrota más gigantesca de toda su historia.En Roma cundió el pánico, pero en medio de tanta desgracia, el Senado dio un ejemplo de serenidad que electrizó al pueblo. Los esclavos y los criminales fueron liberados para enrolarlos en las nuevas legiones que se estaban formando apresuradamente. Cada casa se convirtió en un cuartel, todos los ciudadanos fueron movilizados, se prohibió hablar de paz bajo pena de muerte y la ciudad se preparó para el asalto final. Aníbal llegó hasta los muros de Roma a lomos de su caballo y la contempló entristecido. Era demasiado fuerte para poder asaltarla. Sus defensas eran demasiado poderosas y todos sus ciudadanos empuñaban las armas esperando el asalto y dispuestos a morir defendiéndola. Uno de sus generales le reprochó que ni siquiera intentara el asalto: "Sabes vencer, Aníbal -le dijo-, pero no sabes qué hacer con tus victorias". Lo cierto es que no podía tomar Roma porque ello hubiera supuesto atrincherar a su ejército frente a sus muros, con lo que los romanos hubieran podido cortar todos sus suministros. La esencia de la estrategia de Aníbal, como Máximo había sabido descifrar, era la movilidad.
Tras el desastre de Cannas Aníbal pensó llegar a una paz con Roma. Sabía que no podía vencer y se esforzó en atraerse a los pueblos italianos. Una amplia zona del sur de Italia con Capua a la cabeza se pasó al bando púnico, deseosa de librarse del yugo romano, pero la mayor parte de los pueblos italianos permaneció fiel a la Loba, más por temor que por convicción. Mientras Aníbal movía su ejército por Italia Roma se dedicó a alistar nuevas legiones y a preparar su terrible venganza. Una tras otra, las poblaciones que se habían pasado a los cartagineses fueron tomadas. Las represalias fueron tan espantosas que la mayoría de ellas volvió a cambiar de bando sin pensárselo. Día a día, Aníbal era privado de más y más recursos y el gobierno cartaginés, esa cuadrilla de mercaderes sin honor ni decencia, se negaba a enviarle los refuerzos que insistentemente solicitaba. En 212 a.C. Roma tenía en pie de guerra 25 legiones (200.000 hombres). Invadieron Hispania derrotando al hermano de Aníbal y finalmente desembarcaron en África. Cartago llamó a Aníbal y éste se embarcó para defender su patria abandonando a sus hombres en Italia. Los restos de su ejército fueron acorralados y exterminados por los romanos. Aníbal había permanecido 15 años en Italia. Había ganado todas las batallas... pero había perdido la guerra

sábado, 31 de octubre de 2009

ESCIPION


Tras la muerte de Publio y Cneo Cornelio Escipión en Hispania la situación se había complicado en la península Ibérica. Para evitar que Italia sufriera otra invasión como la llevada a cabo por Aníbal años atrás, el Senado envió a Publio Cornelio Escipión. Hijo de Publio Cornelio, gozaba de gran popularidad al salvar a su padre en la batalla de Tesino. Llegó a Hispania a finales del año 210 a.C. alzando la moral de su tropa. Aprovechando la diseminación de los ejércitos cartagineses, Publio conquistó Cartago Nova y se dirigió hacia la Bética para luchar contra Asdrúbal pero el cartaginés renunció al combate. En Ilipa consiguió una importante victoria que supuso el fin del dominio cartaginés en Hispania. En el otoño del año 206 Publio regresaba a Roma donde fue elegido cónsul. Desde ese cargo propuso el desembarco en Africa para poner fin a la guerra. A pesar de las negativas iniciales, en la primavera del año 204 Publio embarcaba en dirección al norte de Africa con una flota de 50 navíos y 50.000 hombres. En Utica se produjo el desembarco donde contó con la ayuda del rey numida Masinisa. La llegada de Aníbal a Africa llevaría a un enfrentamiento de ambos ejércitos en Zama en el año 202 a.C., suponiendo el fin de la Segunda Guerra Púnica. A su regreso a Roma Escipión fue recibido triunfalmente y fue llamado "el Africano".

ANIBAL


Anibal ( Carthago, 346 a.c.-Bitinia,183 a.c.) Llegó a Hispania con 9 años, acompañando a su padre Amilcar, y sucedió a su cuñado Asdrúbal en la jefatura militar púnica desde el 221 a.c. De ambos aprendió su doble politica de mano dura y diplomacia, revelándose pronto como un hábil politico y un eficaz jefe militar. Derotó a vacceos, ólcades y carpetanos en sus campañas por el interior de la península. Con el asedio a Sagunto en 219 a.c., dió comienzo a la Segunda Guerra Púnica; tras la toma de la ciudad con un ejército de aliados y mercenarios hispanos, emprendió el camino hacia Itália. Tras el épico paso de los Alpes, su genio militar le llevó por toda Italia, derrotándo a cuantos ejércitos romanos se le enfrentaban, llegando a poner en serio peligro a la propia ciudad de Roma. Tras su derrota en África el 203 a.c. se refugió en Oriente y, ante el peligro de ser entregado a Roma, prefirió suicidarse.

domingo, 18 de octubre de 2009

9. LA BATALLA DEL LAGO TRASIMENO

Flaminio, con dos legiones (25.000 hombres), se había atrincherado en Arezzo mientras Gémino, con otras dos legiones, lo había hecho en Rímini. Aníbal tenía que pasar por uno u otro sitio y entonces el cónsul esperaría a que llegase su colega para unir sus ejércitos y atacar juntos. Pero Aníbal conocía bien a Flaminio, el exterminador de los ínsubros que ya había probado las mieles del triunfo. Llegó frente a su campamento, pero Flaminio no salió, entonces Aníbal se dedicó a quemarlo todo a su alrededor, incendiando cosechas y pueblos hasta que a Flaminio se le acabó la paciencia y dejó su campamento para enfrentarse al púnico. Aníbal se retiró por la orilla del lago Trasimeno perseguido por Flaminio. Aníbal retrasó su marcha para que la llegada al lago coincidiera con el atardecer y montó su campamento. Flaminio hizo lo mismo cuando ya había anochecido y ambos enemigos se dispusieron a pasar la noche. Al amanecer del 21 de junio de 217 a.C., los jinetes romanos informaron a Flaminio de la marcha de Aníbal antes de las primeras luces. Encolerizado, Flaminio ordenó perseguirle y todo el ejército romano se lanzó a marchar por la orilla del lago de la que surgía una fuerte neblina que subía hacia las colinas que bordeaban el lago y que ocultaban a todo el ejército cartaginés que veía pasar a los romanos ante ellos. En un momento, Aníbal dio la orden de ataque y 50.000 galos, españoles y africanos cayeron gritando sobre los desprevenidos legionarios que no tuvieron tiempo de formar sus líneas y que murieron luchando allí donde estaban. Fue una carnicería. Los que intentaron salvarse a nado se hundieron en el lago bajo el peso de su armadura, Flaminio fue rodeado por los supervivientes de las tribus ínsubras a las que había exterminado cinco años antes y tras luchar épicamente hasta el final cayó muerto. Las pérdidas romanas ascendieron a 15.000 muertos y 10.000 prisioneros. Todo
el ejército romano fue muerto o capturado. las pérdidas cartaginesas fueron de 2.500 muertos. El pretor de Roma convocó al pueblo en el Foro y dijo: "Hemos sido derrotados en una gran batalla". Pero no acabó ahí la cosa. La caballería de Gémino, que avanzaba para unirse a Flaminio y que ignoraba la batalla se metió directamente en otra trampa y resultó exterminada. 4.000 hombres más.
Aníbal invitó a los etruscos a unirse a él, pero este pueblo italiano, descendiente de las oleadas invasoras de Los Pueblos del Mar llegadas allí 1.000 años antes había sufrido demasiado la fiereza romana como para pensar siquiera en volver a empuñar las armas contra la odiada Loba. El pueblo etrusco había sido borrado ya de la Historia por la implacable fiereza de Roma. Una Roma que, una vez más, encontró al hombre capaz de afrontar el peligro y el Senado nombró dictador (magistratura que concedía máximos poderes militares a un hombre durante seis meses) a Quinto Fabio Máximo.
Aníbal ya podía marchar sobre Roma cuando quisiera. Los romanos destruyeron los puentes sobre el Tíber y, no viendo otra solución, adoptaron una medida que permanecía arrumbada desde hacía treinta años: eligieron un dictador. La elección recayó sobre un tal Fabio Máximo, hombre de edad, famoso por sus ponderadas decisiones. Aunque era querido por todos, Fabio era un aristócrata y lo desmostraba: nunca se había avenido a preguntar cuál era la opinión del pueblo.Por su parte, Aníbal desplegó una estrategia muy cautelosa, hecho sorprendente en un militar tan inclinado a la ofensiva. A pesar de su gran victoria en el lago Trasimeno, no quiso atacar a Roma en el acto; antes confiaba en poder aislar al adversario de sus aliados. Destruyéndolo todo a su paso, atravesó la Umbría en dirección a la Italia meridional, para demostrar a sus habitantes que Roma era incapaz de protegerlos. Con una mano los aporreaba, mientras tendía la otra ofreciéndoles su alianza. Aníbal combinada una agresividad irresistible con una típica astucia púnica; ello lo convirtió en uno de los más grandes capitanes de la historia. Pero nada pudo contra la solidaridad de las instituciones políticas romanas. Ningún aliado se asoció al invasor. Todos consideraban a Roma como su protectora natural contra los cartagineses y los galos.Como Pirro, Aníbal subestimó la cohesión del conglomerado romano y su capacidad de resistencia. En tiempos de Pirro todavía dolían las heridas causadas por la guerra contra Roma en regiones como el Samnio. Pero transcurridos sesenta años, otras generaciones regían la política en todas partes de Italia, y la gente joven, sobre todo sentía amenazado su porvenir si Roma caía.
El nuevo dictador contribuyó también a salvar a Roma con su inteligente y prudente manera de dirigir la guerra. Determinado a evitar toda batalla campal, al contrario de lo que hiciera su predecesor Flaminio forzando la solución a toda costa, Fabio Máximo se limitó a hostigar al enemigo con incesantes escaramuzas de menor cuantía, para agotarlo. Estas guerrillas permitieron a las tropas romanas recién reclutadas adquirir experiencia en tal género de lucha; además, cada nuevo éxito aumentaría en los bisoños la confianza y la eficacia. Fabio ocupó en la Campaña un paso obligado del ejército de Aníbal. Los cartagineses iban a encontrarse en una situación en que todo parecía predecir un buen desquite por la derrota del Trasimeno.Pero Aníbal consiguió salir del mal paso. Ordenó a sus soldados buscar leña y hacer gavillas; al llegar la noche, hizo atar los haces a los cuernos de unos dos mil bueyes formaban parte de su botín; éstos con los haces encendidos, fueron luego lanzados hacia una de las cuestas que delimitaban el desfiladero, al mismo tiempo que los soldados golpeaban constantemente su escudo. El ejército romano que custodiaba la salida del paso, al ver correr tantas antorchas a lo largo de la vertiente, creyó que los cartagineses se escapaban por el monte y se precipitó a su encuentro. Cuando se descubrió el engaño, Aníbal había pasado al puerto con su ejercito.
Si Fabio hubiera podido rematar su plan, los romanos le hubieran aclamado como salvador de la patria. Se empezó a murmurar que el anciano dictador había perdido el juicio, que era un obseso y hasta un "contemporizador" (Cunctador). Uno de los adversarios más acérrimos del dictador era su general de caballería, Minucio. Bastó que Minucio consiguiera una modesta victoria sobre los cartagineses (en realidad se trató de una escaramuza sin importancia) para que le invistieran de un poder igual al del dictador. Minucio se vanagloriaba de haber vencido a Aníbal, algo que no había conseguido el dictador de Roma, y se puso al frente de una parte del ejército, dejando la otra a Fabio. El ejercito romano se dividió, pues, en dos partes, al frente de las cuales había sendos generales que aplicaban principios estratégicos con frecuencia opuestos.
Naturalmete, falto tiempo a Minucio para hacer gala de su talento militar: su ejercito no fue aniquilado gracias a que Fabio llegó a tiempo para socorrerle. Entonces, el pueblo retiro el mote de Cunctator al dictador y le aclamo como "escudo de Roma". El poeta Ennio, que escribio poco después una historia de Roma, dice en verso: Unus homo nobis cunctando restituit rem (Sólo un hombre transigiendo, nos restituyó el Estado).

viernes, 9 de octubre de 2009