viernes, 10 de julio de 2009

GUERRAS PUNICAS. 6 LA GRAN CAMPAÑA DE ANIBAL

"Ahora voy a relatar- dice Tito Livio en la introducción del libro 21 de su magna obra histórica- la guerra más memorable de cuantas hayan existido, la que entablaron los cartagineses bajo el mando de Aníbal contra el pueblo de Roma. Hubo tales cambios de fortuna en la guerra y en el capricho de Marte, dios le doble fas, que nadie supo quien seria el vencedor hasta él ultimo momento, en que triunfo quien parecía más próximo al desastre. El odio sobrepuja también a la fuerza en esta lucha sin cuartel.."
No se trata ahora de conquistar una provincia, sino al mundo.Dos fuerzas iban a enfrentarse: la fuerza intacta de todo un pueblo y uno de los mayores genios de la humanidad. La campaña emprendida por Aníbal es un duelo entre la inteligencia y la voluntad.Los romanos creían que Africa seria el siguiente teatro de operaciones; ignoraban que Aníbal quería atacar directamente al corazón del territorio romano. Su gran problema era de orden físico: Como trasladar tropas a Italia: ¿Por mar o por tierra, a través de los Alpes? Solo los celtas conocían los desfiladeros alpinos, tan difíciles de cruzar, que nadie hasta entonces sé había atrevido a conducir un ejercito por allí. Y Aníbal no solamente tenia que hacer pasar sus hombres e impedimenta, sino también los elefantes. Sin embargo, no debe considerarse la hazaña del cartaginés como un audaz capricho, como sé a creído. Había preparado a conciencia el itinerario y disponía de guías indígenas expertos. Atravesados los Alpes, Aníbal tomaría la llanura del Po como base de sus operaciones. Esperaba una acogida triunfal por parte de los celtas, pues los romanos les habían arrebatado la independencia poco antes. Un estratego como Aníbal lograría lo más difícil con estos valientes guerreros celtas si sabia disciplinar su fuerza y canalizar con inteligencia su entusiasmo belicoso; Bastaba para ello encuadrarles entre sus veteranos de Libia y España, tan entrenados.Contaba, además, con un ejercito macedonico.El litoral dálmata, muy recordado y protegido por un rosario de islas, era el paraíso de la piratería. El Senado romano se había quejado de las correrías de los ilirios, hallando en su reina un rechazo desdeñoso. El Senado determino emplear la fuerza y envío una poderosa flota hacia la costa dálmata, que de paso domino los puertos griegos más próximos, entre ellos Corcyra (Corfu), la llave del Adriático, y destruyo los nidos de piratas, obligando a estos a respetar en adelante la libertad de navegación. Después de la primera guerra púnica, esta campaña de Iliria era una nueva prueba de la supremacía naval de los romanos en el Mediterráneo.
Roma enseñoreaba el Tirreno y el Adriático.El Rey Filipo V de Macedonia, que acababa de someter de nuevo el Peloponeso, mantenía hasta entonces buenas relaciones con Roma, pero tenia que sentirse amenazado por la hegemonía romana en las costas orientales del Adriático. No es, pues, desacertado cree que Filipo anhelara seguir el ejemplo de Pirro, pasar a Italia y unirse a las fuerzas de Aníbal procedentes de España. Además, bastarían algunas victorias para provocar la defección de los aliados italianos de Roma.Al menos, eso esperaba Aníbal. Ahora bien, tenia que actuar con rapidez, sin dar tiempo al enemigo para consolidar su poder en la llanura del Po. Si Roma conseguía acentarse allí en firme, seria demasiado tarde: no encontraría en Italia una base de operaciones adecuada.En la primavera de 218 antes de Cristo, Aníbal abandono Cartagena con noventa mil infantes, doce mil jinetes y 37 elefantes. Estas cifras, dadas por Polibio, parecen exageradas según algunos historiadores, que creen que las fuerzas del cartaginés sumaban unos sesenta mil hombres. Su cuñado Asdrubal permanecería en España al frente de un ejercito de reservas. Aníbal entro en territorio enemigo apenas vadeo el Ebro. Entre este río y los Pirineos tuvo que habérselas con pueblos muy celosos de su independencia, y parece que el someterlos costo la vida a veinte mil hombres. Para asegurar el poder cartaginés en esa región ibérica, Aníbal dejó tras de sí, además, efectivos equivalentes al manto de Hannon; después, atravesó los Pirineos. Su ejército quedó reducido a sesenta mil hombres, todos ellos veteranos experimentados, cuando entró en la Galia transalpina. Al pasar el Ródano, Aníbal recibió las primeras manifestaciones de hostilidad de los galos, quienes ignoraban que tales intrusos se dirigían a otro país; Aníbal sólo pudo franquear el río gracias a una estratagema militar.
Fue una suerte para los cartagineses poder pasar pronto el Ródano, ya que una flota romana acechaba cerca de Marsella, en la desembocadura del río. Apenas cuatro días de camino separaban a Aníbal de esta flota puesta a las ordenes del cónsul Publio Cornelio Escipión, con el objeto de atacar a los cartagineses en España. Cuando oyó que Aníbal franqueaba el Rodano, creyó que se trataba de una falsa alarma. Pero los rumores fueron adquiriendo tal verosimilitud, que ordeno enfilar hacia el lugar del paso, donde llego tres días después de que Aníbal había reanudado la marcha.Escipión fue muy censurado por su actuación. Furioso por haberse dejado sorprender, "cometió el grava error de enviar a su hermano Cneo rumbo a España con el grueso del ejercito, llevando consigo solo una parte". También podría preguntarse por que Aníbal no espera a Escipión unos días en las orillas del Rodano; Las tropas cartaginesas eran más numerosas y experimentadas que las del enemigo. No obstante, el otoño estaba muy avanzado; una semana mas y Aníbal no hubiera podido atravesar los Alpes aquel año, pues los pasos estaban a punto de cubrirse de nieve. Presuroso, él ejercito de Aníbal empezó a escalar los Alpes al oeste de Turín: Hoy se estima que no eligió el pequeño San Bernardo, como se suponía antes, sino otro paso situado mas al sur, cerca del monte Cenis.

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