miércoles, 29 de septiembre de 2010

LAS LECCIONES DE ASPAR. EL ODIO.

El joven Aspar cumple hoy diez años de edad, está pensativo en su cámara en el palacio real de Qart-Hadasth, la ciudad de las cinco colinas. El palacio, situado en la colina de Kúsor, es la residencia habitual del mando carthaginés, así como de la princesa Himilce y de su esposo Aníbal, de campaña en Itálica desde hace unos años en su intento de conquistar Roma.

Cómodamente instalado en un diván Aspar espera a su maestro Adrastos, un griego ya anciano de barba blanca y cabeza despoblada que ya era maestro de su madre Himilce en su palacio de Cástulo. Ojeando un papiro que sostenía con las dos manos para mantenerlo desenrollado oyó unos pasos presurosos que se aproximaban a la estancia.

-Perdona la tardanza mi joven alumno- dijo el anciano al entrar en la cámara del príncipe apoyándose en la puerta para recuperarse un poco del esfuerzo. Aspar saltó rápidamente del diván, tomó del brazo a su maestro y lo condujo a una butaca de madera cubierta de pieles para hacerla mas cómoda, le ayudó a sentarse, tomó un pequeño escabel y se sentó frente a su maestro. Cuando este recobró el aliento sonrió y levantándose se dispuso a darle la lección del día.

-Bien jovenzuelo,como es tu cumpleaños hoy el tema a estudiar lo eliges tu, ¿ que quieres saber?

Aspar sonrió al notar en la manga de la túnica de su maestro un bulto alargado, sin duda un regalo para él.

-Maestro, quisiera saber la razón del odio que existe entre Roma y Carthago desde hace tantas generaciones.

-¿ no conoces la razón? ¿ no te lo explicó tu padre cuando te hizo jurar odio eterno a Roma?

- No me refiero a los intereses comerciales y de supremacía de territorio y esas razones que defienden los generales como mi padre, sino la razón primigenia, el comienzo de todo.

Adrastos quedó un poco sorprendido por la petición de su alumno, sabía que era un chico inteligente y que siempre quería conocer todos los puntos de vista de una cuestión para comparar y valorar por si mismo y así sacar sus propias conclusiones, así que se acomodó en su asiento y se dispuso a satisfacer la curiosidad del joven príncipe.

-Está bien, comencemos pues por el principio, por la historia de Dido, reina de Carthago.

-El rey de la ciudad fenicia de Tiro, Muto, tenía tres hijos, Pigmalión, que heredó el trono, Dido y la pequeña Ana. Siqueo, sacerdote del templo de Melkart poseía una gran fortuna oculta que era codiciada por Pigmalión, así que cuando éste fue nombrado rey, indujo a su hermana a casarse con Siqueo para averiguar donde ocultaba su fortuna. Dido lo averiguó, pero temiendo a su hermano y sus razones le dijo que el tesoro estaba oculto bajo el altar, cuando en realidad estaba enterrado en el jardín de su residencia. Mientras Pigmalión asesinaba a Siqueo en el templo para robarle, Dido con su hermana desenterró el tesoro y huyo con un séquito de sirvientes fieles en un barco. Jamás amó a su marido y se sintió utilizada y engañada por su hermano, nada la ataba ya a Tiro.

Llegó a la costa africana donde vivían los Gétulos, una tribu de Libios cuyo rey era Jarbas. Pidió hospitalidad y un trozo de tierra para instalarse en ella con su séquito. Jarbas le dijo que le daba tanta tierra como pudiera ser abarcada por una piel de buey. Dido, para que la piel abarcara el máximo de tierra posible, cortó la piel a finas tiras y al unirlas consiguió abarcar un extenso trozo de tierra, donde construyó una fortaleza llamada Byrsa, que más tarde se convirtió en la ciudad de Carthago, que poco a poco creció hasta el mar y se convirtió en la gran ciudad que es hoy.

Aspar escuchaba atento y absorto casi moverse el relato de su anciano maestro.

-Sigue por favor, ¿ que más paso?- Exclamó el príncipe con curiosidad e impaciencia. El viejo maestro sonrió al ver el ansia de su alumno y prosiguió su relato.

-Un día llegó un barco al puerto de Carthago empujado por una tempestad, en el viajaba Eneas, que huyó de la destrucción de Troya con un grupo de soldados. Fue recibido por Dido en palacio y este le contó su desventurada travesía, el desgraciado destino de su ciudad y su petición de descansar y recuperarse él y sus hombres del viaje. Ella aceptó y Eneas y sus soldados fueron acomodados en palacio.

Unos días mas tarde salieron de cacería a caballo, cuando de pronto se desata una violenta tormenta que les obliga a refugiarse en una cueva. Allí, al calor de una hoguera surgen los sentimientos y se aman, pasan la noche juntos y Dido sueña que la diosa Juno los casa y reinan juntos Carthago. Pero Eneas sueña con el dios Mercurio, que le comunica que ese no es su destino, que debe partir para Italia para fundar una gran ciudad que se llamaría Roma. Al día siguiente Eneas parte con sus hombres rumbo a Italia desoyendo las súplicas de la reina, alegando que los dioses le han revelado su destino y no puede hacer caso omiso. En su precipitada marcha se olvida de su espada y algunas ropas. Dido, con el corazón destrozado ve partir a su amado. Ordena levantar una pira para quemar los recuerdos de su amor y ante toda la ciudad con la espada en la mano le maldice: ''Levantarás tu ciudad, de odio y rencor alimentará a Carthago para ser por siempre enemigas hasta que sólo una quede en pié..adiós Eneas´´. Acto seguido y ante el estupor de todos, se clavó la espada en el corazón y cayó al fuego.

La conmoción fue tremenda, todos lloraron a su reina y juraron odio eterno a Eneas y a su ciudad.

Los ojos de Aspar relucían y su boca abierta dejaba entrever su asombro y admiración ante tan sorprendente relato del que no dudaba ni una palabra que salía de la boca de su maestro.

-Así empezó todo, mi joven alumno, dijo el anciano posando sus manos en los hombros de su alumno, le miró fijamente a los ojos y continuó diciendo: -El odio te consumirá como la pira consumió el cuerpo sin vida de Dido, no lo permitas, el odio engendra mas odio en una espiral de destrucción y muerte, cuando comienza nada ni nadie la puede parar

Aspar bajó la cabeza y se quedó pensativo, el amor convertido en odio y el sacrificio de la reina fue lo que desencadenó años mas tarde las guerras por conquistarse mutuamente las dos ciudades.

Pensó en su Abuelo paterno Amilcar al que nunca conoció, así como a su tío Asdrúbal, muertos antes de que él naciera victimas del odio y la guerra, pensaba en todo esto sin repara en su maestro que ya había abandonado la estancia y sobre la mesilla, entre los enrollados papiros vio un pequeño paquete envuelto en un suave paño de lino. Era el regalo de su maestro que escondía en la ancha manga de su túnica. Lo desenvolvió con cuidado y apareció una figurilla de la diosa Tanit tallada en marfil con su nombre en la base, sonrió y se fue muy contento a enseñársela a su madre que paseaba por los jardines del suntuoso palacio. Aspar corría despreocupado, dejando atrás estudios, preocupaciones y odios, al fin y al cabo sólo tenía diez años.


Jou Towerfat.

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