jueves, 30 de julio de 2009

GUERRAS PÚNICAS 7. EL PASO DE LOS ALPES

Las dificultades comenzaron desde los primeros contrafuertes. Los galos, aún no convencidos de que la expedición no fuera contra ellos, se emboscaban en las rocas y lugares más angostos de la ruta para atacar a la caballería y al bagaje del ejército. "Aníbal -dice Polibio- tuvo muchas pérdidas, sobre todo caballos y otros animales, pues siendo el roquedal no sólo estrecho, sino pedregoso y quebrado, al menor sobresalto muchos animales se despeñaban con su carga al abismo que se abría a ambos lados del sendero." Aníbal comprendió que se arriesgaba al perder toda la impedimenta y quizás el mismo ejército; había que decidirse, pues sin pérdida de tiempo. Al frente de un destacamento rápido, se lanzó una operación de limpieza en el lugar amenazado y sorprendió a los enemigos, matando a unos y dejando huir a los otros.
Esta victoria despertó tal temor en los galos, que ya no molestaron más a la expedición; los cartagineses avanzaron sin contratiempos y alcanzaron las cimas más altas de los Alpes. Los montañeses temblaban de espanto ante los enormes elefantes que subían a las cumbres.

Aníbal logró su objetivo tras nueve días de escalada. Asentó dos días sus reales en la cima del collado para que hombres y animales pudiesen reparar fuerzas y esperar a los rezagados. Pero la nieve hizo su aparición. Los soldados acostumbrados al cielo mediterráneo, se desalentaron ante la idea de los sufrimientos que aún les esperaban en esto parajes solitarios y helados. Por fin, alcanzaron un punto culminante, desde el cual pudieron contemplar la llanura del Po. Allí Aníbal detuvo sus tropas y pintó los placeres que loa aguardaban en este rico país que se extendía al pie de la cordillera.

El ejército comenzó el descenso con nuevo brío, pero sufrió tantas pérdidas como en la subida. "Pues -dice Polibio- el camino era estrecho y en pendiente, y el soldado no sabía dónde pisar, por la mucha nieve que cubría el suelo; quien se apartaba algo del camino, caía en el precipicio. Sin embargo, los soldados acostumbrados a ello desde tanto tiempo, resistieron con tesón estos trabajos. Mas cuando llegaron a cierto lugar, tan angosto que ni caballos ni elefantes podían pasar, el ejército volvió otra vez a desanimarse." En efecto, un enorme alud obstruía más de la mitad del camino. Se hicieron varios intentos para pasar por otro lugar más elevado, rodeando así el peligroso paso, pero todo fue en vano.

Los cartagineses no podían elegir: tenían que cruzar aquella masa de nieve. En un día abrieron una senda, por lo que pudieron seguir los caballos y animales de carga. Luego, con ayuda de los elefantes, ensancharon el boquete, que los colosales y hambrientos brutos demoraron tres días en pasar. Otros tres días y el ejercito entero se encontraría en la llanura. El viaje desde Cartagena había durado cinco meses, habiéndose empleado la última quincena de ellos en la travesía de los Alpes.
El audaz generalísimo veía al fin realizados sus planes: podría atacar a los romanos en el mismo suelo de Italia. Su voluntad de hierro le había permitido franquear los Alpes y ganarse un nombre en la historia. Pero la hazaña costó sacrificios espantosos. Aníbal perdió quizás la mitad de sus efectivos desde el paso del Ródano hasta su llegada a Italia. El frío de la elevada cordillera fue lo que arrebató mayor número de vidas humanas. Le quedaban a Aníbal unos veinte mil infantes y seis mil jinetes cuando entró en territorio romano. Una vez allí, contaba con pueblos amigos para completar sus filas.

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